Acaban las vacaciones y empieza un nuevo curso. Hay que hacer frente a la temida cuesta de septiembre, donde habrá numerosas familias que lo tendrán muy difícil para afrontar los gastos de la temida "vuelta al cole".

Algunos, entre los que me cuento, no podemos soportar ver sufrir a nuestros congéneres. La fotografía del cadáver del niño Aylan Kurdi de 3 años en una playa turca es impactante, terrible, horrorosa. Como aquella foto de la pequeña vietnamita que corría desnuda después de un bombardeo con gas napalm en 1972. La foto del pequeño muerto en las playas de Turquía rápidamente ha removido conciencias y se ha transformado en un símbolo del calvario que viven los miles de refugiados sirios en su éxodo, donde miles de familias huyen del horror de la guerra y esperan franquear las fronteras de la UE, en busca de una oportunidad que les permita emprender una nueva vida. Mientras, el gobierno de Rajoy se muestra cicatero a la hora de poner su grano de arena, para paliar la tragedia de los refugiados sirios.
Igual de cicatero que lo ha sido a lo largo de los últimos, con políticas de excesivos ajustes y recortes implementadas por el Ejecutivo de Rajoy, e impuestas desde Bruselas, se supone que para combatir la crisis reformando, por ejemplo, las condiciones de trabajo y las pensiones. Atrás quedó el fomento de la cultura, la educación y la sanidad, la promoción de valores en favor de la libertad, la convivencia, la cooperación ciudadana y los logros en progreso y bienestar.
No podemos permanecer impasibles. Tenemos una oportunidad de oro para hacer que las cosas cambien y recuperar derechos que creíamos consolidados. Esa es nuestra responsabilidad. Después, no nos lamentemos.