Sorpasso
No está el patio para bromas,
aunque hay gente a la que lo del sorpasso
le suena a cachondeo, El tema es serio, porque de lo que verdaderamente se
trata es de alcanzar el poder, los cielos o como quieran llamarlo. En
definitiva, conseguir adelantar al otro en intención de voto, no sé si para
cambiar las cosas o para cambiar y que todo siga igual. El hecho de que en esta
convocatoria electoral “del fracaso colectivo” una nueva fuerza política se una
a la desesperada con otra fuerza angosta no deja de ser una señal de mutua desesperación
ante lo que ellos mismos han ocasionado. La negociación con Podemos está muy
verde –dicen-, pero con el exiguo aval del 28% de su militancia. Una militancia
poco participativa en el seno de los partidos, quizás por el aburrimiento que
ocasionan sus propios dirigentes que, en algunos casos, se eternizan en sus
cargos, sin convencer a su tropa.
Quienes deben estar muy contentos
de que se repitan incertidumbres, mientras los problemas de la gente corriente
siguen aparcados, son aquellos políticos profesionales (“zorrocotrocos”), que
siguen con sus asuntos pendientes contra sus antiguos contrincantes. La
izquierda seguirá en sus cuitas internas y la guerra de votos se dirimirá en el
campo de batalla, mientras Rajoy espera fumándose un puro. O sea, más de lo
mismo: la izquierda dividida y la derecha a partir un piñón.
La previsión de que se repita la
situación genera opiniones para todos los gustos. Unos dicen que encerremos
bajo llave al cuarteto de los mayoritarios, cuán cónclave de Viterbo en el
siglo XIII, con dieta de agua y pan hasta que nombre al presidente. Otros piden
austeridad en el gasto, programas y mensaje electoral, puesto que ya nos lo
sabemos. Huir de la demagogia del gasto electoral que puede dar pie al
autoritarismo del que salimos escarmentados. Incluso se habla del agujero negro
de unos Partidos sobre otros.
En fin.
Del problema de los refugiados y
cláusulas suelo mejor hablamos en otra ocasión.