No corren buenos tiempos. Rajoy, sin mayoría, gobernando con la abstención del
Partido Socialista, como un mal menor –dicen-. A miles de kilómetros, contra
todo pronóstico, Donald Trump elegido presidente de los Estados Unidos. Los
sondeos no coinciden con la cruda realidad. Estamos ante un cataclismo de la “rebelión
de las masas”. El desencanto ciudadano cunde por doquier. Los tradicionales partidos están en crisis. En Europa se
han multiplicado los terremotos electorales, con nuevas formaciones de extrema
derecha y de partidos antisistema (Hungría, Holanda, Italia, Grecia, España...). El paisaje político
aparece radicalmente transformado.

Hoy
por hoy, el consenso y los principios sobre los que Occidente
se reconstruyó, tras la II Guerra Mundial, están siendo cuestionados desde los
80’s: derechos humanos, igualdad y democracia. Recordemos que las políticas de desregulación financiera, los
tratados de libre comercio y las privatizaciones surgieron de los Estados
Unidos de Reagan y el Reino Unido de Thatcher, con una gran campaña de
satanización mediática contra todo lo público, supuestamente causante de la
ineficiencia del sistema económico, la corrupción y la mala administración, que
solo podía solucionar la iniciativa privada.
El éxito de Trump se basa, precisamente, en la quiebra de la globalización neoliberal, como forma que adoptó el capitalismo para “solucionar” las distintas crisis. Ponga un Berlusconi en su vida! Inquietud es lo que genera el nuevo líder del mundo. Sus mensajes xenófobos en campaña son aterradores, sobre todo para personas vulnerables: actitud chulesca y denigrante ante mujeres y discapacitados, levantamiento de otro muro de la vergüenza, expulsar a millones de inmigrantes, un hombre un arma, pro-Putin frente a la Unión Europea, cuestiona el cambio climático y el sostenimiento de la OTAN, promueve la insumisión para no pagar impuestos, mensajes a favor del ultranacionalismo, etc. Mientras, la extrema derecha mundial lo celebra.
Que Dios nos pille confesados. Amén.